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¡Revelan la verdad 40 años después! El asesinato de Ángela Samota en 1984 expone las fallas de la justicia y demuestra que la amistad y la perseverancia pueden vencer al crimen sin resolver

Escrito por radioondapopular
septiembre 1, 2025
¡Revelan la verdad 40 años después! El asesinato de Ángela Samota en 1984 expone las fallas de la justicia y demuestra que la amistad y la perseverancia pueden vencer al crimen sin resolver





El caso de Ángela Samota, un misterio resuelto tras décadas

Un caso que desafió el tiempo y la tecnología forense

Encontrar justicia después de tantos años sin respuestas suele ser una excepción en la crónica policial de Estados Unidos. El asesinato de Ángela Samota en 1984 evidenció las limitaciones de la tecnología forense de la época y la impotencia de las fuerzas policiales para resolver crímenes violentos complejos.

Este caso no solo se destaca por su resolución judicial, sino también por la influencia de una amistad universitaria y la determinación ciudadana en medio de una investigación estancada. La historia refleja cómo los lazos humanos pueden mantenerse intactos pese al paso del tiempo y a la falta de avances institucionales.

El crimen y las circunstancias de la víctima

Ángela Samota, una joven de 20 años, estudiaba ingeniería eléctrica y ciencias de la computación en la Southern Methodist University (SMU) en Dallas, Texas. La noche del 12 de octubre de 1984, salió a divertirse a una discoteca junto a dos amigos, y tras acompañarlos a sus hogares, detuvo su auto en su departamento para saludar brevemente a su novio. Luego, entró sola en su vivienda.

La amistad que desafió el olvido: cómo se resolvió el misterio del asesinato de Ángela Samota 20 años después de su muerte
La amistad que desafió el olvido: cómo se resolvió el misterio del asesinato de Ángela Samota 20 años después de su muerte (The Dallas Morning News archives)

Alrededor de la 1:45 a.m., Ángela llamó a su novio para informarle que un desconocido pedía entrar en su hogar para usar el teléfono y el baño, lo que resultó ser su última comunicación. Preocupado por no poder contactarla después, su pareja acudió en su busca junto con la policía. Al llegar, los agentes encontraron el cadáver de la joven en su habitación, víctima de una violación y con 18 heridas de puñaladas.

Según la autopsia citada por BBC News, el asesino le extrajo el corazón y lo colocó sobre su propio pecho en un acto que evidenciaba una violencia extrema. La brutalidad del crimen, sumada a la falta de testigos directos, dificultó notablemente las investigaciones en sus primeros años, y los análisis forenses no lograron identificar al culpable en aquel entonces.

Las dificultades y el avance forense

Las pruebas de semen, sangre y saliva recolectadas en la escena permanecieron sin utilidad para determinar la identidad del agresor, dejando el caso en un impasse que duró más de veinte años. La causa quedó prácticamente paralizada, sin avances significativos en la investigación oficial.

Donald Bess fue condenado a muerte en 2010 tras ser identificado por pruebas de ADN como el asesino de Samota
Donald Bess fue condenado a muerte en 2010 tras ser identificado por pruebas de ADN como el asesino de Samota

La verdadera vuelta en el caso ocurrió gracias a la persistencia de una persona que no aceptó el cierre del expediente: Sheila Wysocki, antigua compañera universitaria y amiga cercana de Ángela. Ella dedicó años a intentar que las autoridades revisaran las pruebas archivadas y, en 2006, logró que la causa se reabriera formalmente.

Wysocki estudió investigación criminal privada y, con licencia profesional, insistió en la revisión del material forense. Gracias a su empeño, las muestras de ADN fueron cotejadas en las bases de datos del sistema estadounidense, arrojando un resultado que cambió todo: identificaron a Donald Bess, un delincuente sexual reincidente que en ese momento se encontraba en libertad condicional.

La resolución definitiva y la justicia

El hallazgo de ADN no solo permitió vincular a Bess con el crimen, sino que también llevó a su condena en 2010, cuando fue sentenciado a muerte. La evidencia genética fue clave para demostrar su culpabilidad y cerrar una investigación que parecía eternamente estancada.

El caso de Ángela Samota es un ejemplo de cómo la perseverancia de una amistad y la evolución de la tecnología forense pueden reabrir heridas abiertas durante décadas. La historia deja una enseñanza sobre la importancia de mantener la memoria y la lucha por la justicia, incluso en los casos más difíciles y olvidados.


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