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¿Gurú espiritual del siglo XIX o fraude? La misteriosa historia de Madame Blavatsky, creadora de la Sociedad Teosófica

Escrito por radioondapopular
agosto 12, 2025
¿Gurú espiritual del siglo XIX o fraude? La misteriosa historia de Madame Blavatsky, creadora de la Sociedad Teosófica

Helena Blavatsky, pionera en el esoterismo y en la búsqueda multidisciplinaria del conocimiento, dejó una huella indeleble en la historia del ocultismo y la espiritualidad moderna. En su lecho de muerte, rodeada de sus más cercanos colaboradores de la Sociedad Teosófica, pronunció una frase que combina una súplica y una declaración de soberbia: «Mantengan la unión, no hagan que esta, mi última encarnación, sea un fracaso». Con esta expresión, Blavatsky afirmó haber alcanzado el nivel máximo de evolución espiritual, un estado que le permitía no regresar a este mundo de sufrimientos. Sin embargo, su última petición también hacía referencia al inminente cisma dentro de la sociedad que ella misma fundó, con la intención de promover una síntesis entre ciencia, religión y filosofía.

Conocida como “La Esfinge”, Blavatsky generó opiniones encontradas. Para sus seguidores, era una sabia de la filosofía perenne —el conocimiento que atraviesa las distintas religiones del mundo—, una médium incuestionable, maestra espiritual y autora de obras fundamentales en el ocultismo, además de ser la fundadora de la disciplina que ella misma denominó teosofía. Para sus críticos, en cambio, fue una impostora, cuya obra estuvo plagada de plagios y fraudes, y cuyas supuestas hazañas espirituales carecían de pruebas concluyentes. Aunque afirmó haber viajado por India, Egipto, Grecia y el Tíbet, no hay evidencia sólida de que estos viajes ocurrieran realmente.

A pesar de las controversias, la influencia de Blavatsky trasciende el siglo XIX. Sus libros emblemáticos, como «Isis sin velo» y «La Doctrina Secreta», siguen considerados textos reveladores para muchos, y su Sociedad Teosófica continúa activa en pleno siglo XXI. La figura de Blavatsky, con su historia en parte real y en parte mítica, sigue seduciendo a quienes exploran el mundo espiritual y los misterios de la existencia.

Nacida en 1831 en Yekaterinoslav, en la actual Ucrania, Helena provenía de una familia noble y aristocrática. Desde pequeña, mostró talentos musicales y, según su relato, poseía poderes psíquicos que despertaron su interés por el esoterismo. A los 17 años, intentó independizarse casándose con un vicegobernador, pero pronto huyó y se dirigió a Tiflis, donde empezó su camino espiritual, viajando por Egipto, Turquía, Grecia y Tíbet, en busca de conocimientos secretos. También afirmó haber recibido enseñanzas de un maestro espiritual que se le apareció en sueños desde su infancia, un contacto que según ella fue real y que influyó en su destino.

En la década de 1870, Blavatsky fundó en El Cairo la Sociedad Espiritista, con la intención de estudiar fenómenos mentales, aunque la institución pronto fue acusada de fraudes financieros y tuvo que disolverse. Luego se trasladó a Estados Unidos, donde comenzó a trabajar como médium, ganándose la vida con sus prácticas espirituales. En 1873 conoció a Henry Steel Olcott, con quien fundó en 1875 la Sociedad Teosófica, un intento de unir ciencia, religión y filosofía en una visión universal del conocimiento. La publicación de su obra «Isis sin velo» en 1877 marcó un hito en su carrera, al abordar temas como la historia de las ciencias ocultas y el origen de las religiones.

Tras trasladar la sede de la Sociedad a la India, Blavatsky continuó expandiendo su influencia, publicando la revista «The Theosophist», que aún se edita hoy. Sin embargo, en 1885, acusaciones de fraude volvieron a poner en jaque su credibilidad, lo que la llevó a radicarse en Londres. Allí culminó su obra maestra, «La Doctrina Secreta», en 1888, un texto que busca explicar la creación del universo y la evolución humana desde una perspectiva espiritual, aunque algunos críticos señalan que contiene ideas racistas y antidarwinistas.

Blavatsky falleció en 1891 en Londres, a los 59 años, en medio de una disputa interna por la dirección de la Sociedad Teosófica. Sus últimas palabras fueron un llamado a la unidad, para que su legado no terminara en fracaso. Sus restos fueron divididos en tres partes, que descansan en diferentes lugares, como símbolo de su influencia global y duradera en el mundo del esoterismo y el pensamiento espiritual.

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