Error en entrega: padre busca restos de hijo fallecido en accidente

Amanda Donaghey creía que su hijo, Fiongal Greenlaw-Meek, ya había regresado a Inglaterra cuando recibió una llamada que cambiaría su vida para siempre. Fiongal, de 39 años, era un diseñador de moda convertido en especialista en bienestar espiritual. En compañía de su pareja, Jamie Meek, había viajado a la India para celebrar su aniversario de bodas, un viaje que inicialmente parecía una ocasión feliz y llena de esperanza.

Sin embargo, el 12 de junio, ese plan de celebración se convirtió en una tragedia. El vuelo AI171 de Air India, que despegó desde Ahmedabad con destino a Londres, se estrelló pocos segundos después del despegue, impactando contra una residencia universitaria y provocando la muerte de 241 personas, entre ellas 52 ciudadanos británicos. La magnitud del accidente convirtió a esta tragedia en uno de los siniestros aéreos más mortales en los últimos años que afectaron a ciudadanos del Reino Unido.

El dolor de Amanda se profundizó aún más cuando, semanas después del funeral, descubrió que había enterrado a un desconocido. La identificación de los restos de su hijo fue un proceso largo y lleno de incertidumbre. Aunque los restos de Jamie, su pareja, fueron rápidamente identificados y repatriados, los de Fiongal no. Los análisis forenses iniciales parecían haber dado un resultado positivo, permitiendo a la familia organizar el funeral y cerrar un capítulo doloroso.

No obstante, una revisión forense posterior reveló una verdad aterradora: los restos enviados en el ataúd no correspondían a Fiongal. Las pruebas de ADN realizadas por el órgano forense del Reino Unido confirmaron que la identidad del cuerpo en la sepultura era incorrecta. La confusión generó una angustia indescriptible en Amanda, quien aún hoy lucha por esclarecer qué sucedió con los restos de su hijo.

Este error no es un caso aislado. Otras familias, como la de Miten Patel, enfrentaron situaciones similares, donde los restos de sus seres queridos fueron mezclados o mal identificados tras el mismo accidente. La confusión en la identificación de víctimas en tragedias de esta magnitud revela fallas graves en los protocolos internacionales, especialmente en la coordinación entre diferentes países y sistemas de salud.

El accidente también dejó en evidencia problemas técnicos en la aeronave. Un informe preliminar indica que los interruptores de combustible habían sido desconectados, lo que pudo haber contribuido al siniestro. Además, al menos dos de los doce ataúdes repatriados estaban mal identificados, lo que aumenta la preocupación sobre la fiabilidad de los procedimientos forenses en estos casos.

Para las familias afectadas, la angustia no termina con la pérdida inicial. La incertidumbre sobre la verdadera identidad de los restos, la falta de respuestas claras y la espera interminable son una segunda tragedia que perpetúa el dolor de quienes ya han sufrido demasiado. La historia de Fiongal Greenlaw-Meek ejemplifica cómo los errores institucionales pueden prolongar el sufrimiento, dejando heridas abiertas en un momento en que la familia solo busca paz y justicia.