Incidentes violentos en Copa Sudamericana suspenden partido entre Independiente y Universidad de Chile en plena cancha

Inicio de la violencia: un ambiente de peligro desde antes del partido

Desde el momento previo al ingreso de los equipos al estadio Libertadores de América, ya se percibía una atmósfera tensa y potencialmente peligrosa. En la tribuna Bochini, una mirada rápida revelaba una multitud de aproximadamente dos mil hinchas de Universidad de Chile apilados en la Tribuna Pavoni Alta. La seguridad parecía confiar en la autorregulación de los asistentes, ya que no se observaban chalecos de seguridad privada, cascos policiales, enrejados ni controles visibles. La falta de medidas de protección aumentaba la vulnerabilidad del evento, mientras que en la popular local, la hinchada de Independiente, también había una gran cantidad de seguidores. La escena generaba preocupación, y la sensación de que algo podía salir mal era palpable.

El inicio del disturbio y la escalada de violencia

Apenas comenzó el partido, los cánticos tradicionales rápidamente se vieron opacados por movimientos y comportamientos extraños en las gradas. Antes del gol de empate de Santiago Montiel, a los 26 minutos, se notaba una creciente inquietud en las tribunas. La gente parecía más concentrada en mirar hacia arriba y en moverse de un lado a otro que en seguir el partido, lo que anticipaba una posible alteración. La situación se agravó cuando comenzaron a caer objetos, inicialmente botellas y otros proyectiles, desde las gradas hacia el campo. Poco después, un grupo de encapuchados con máscaras y palos apareció en la zona, enfrentándose de manera amenazante a los hinchas que estaban abajo. La escena se tornó caótica, y en medio de la confusión, las autoridades de seguridad aún no intervenían.

Descontrol y respuesta de las fuerzas de seguridad

Los hinchas de Independiente, situados en esa tribuna, estaban completamente desprotegidos. No había enrejados, policías ni seguridad privada que pudiera contener la situación. La violencia se convirtió en un blanco fácil para los aficionados chilenos, quienes arrojaban proyectiles hacia los seguidores argentinos. Cuando finalizó el primer tiempo, la tensión aumentó aún más. Massivamente, un grupo de hinchas se congregó en las puertas de salida, reclamando la presencia de seguridad. La policía llegó en medio de la confusión, generando un ambiente aún más caldeado. Se formaron cordones policiales para bloquear accesos y evitar que la situación se agravara, pero los proyectiles seguían siendo lanzados desde la popular visitante, creando un escenario de caos total dentro del estadio.

Intentos fallidos de control y caos en las gradas

Antes del inicio del segundo tiempo, la situación parecía fuera de control. La hinchada no abandonaba las tribunas, pese a los pedidos del estadio para que dejaran de arrojar objetos. En un intento de reducir la tensión, se solicitó a los simpatizantes de Universidad de Chile que desalojaran la tribuna, aunque estas advertencias resultaron ineficaces. Como medida improvisada, se abrió un portón que conecta la popular Pavoni Baja con la platea Bochini, permitiendo que muchos hinchas abandonaran la zona en medio del desconcierto. Sin embargo, los rumores de destrozos, como rotura de baños y lanzamiento de objetos, se multiplicaron entre los seguidores de Independiente, agravando aún más el ambiente de violencia y descontrol. La escena quedó marcada por la falta de una respuesta efectiva por parte de las fuerzas de seguridad, que no lograron detener el caos que se desató en el estadio.