
En medio de rutinas exigentes y agendas sobrecargadas, muchas parejas descubren que el vínculo que alguna vez fluyó con naturalidad comienza a debilitarse.
La conexión emocional, antes alimentada por gestos espontáneos, suele diluirse entre obligaciones y distracciones. Sin embargo, un artículo publicado por Forbes advirtió que el fortalecimiento del vínculo no depende de grandes gestos, sino de conductas sencillas practicadas a diario.
El psicólogo Mark Travers, de la Universidad de Cornell, identificó en su análisis cuatro hábitos que comparten las parejas que se describen como emocionalmente satisfechas.
Estos comportamientos cotidianos no solo consolidan la intimidad, sino que generan un entorno de seguridad afectiva, comunicación fluida y cooperación mutua.
Todos ellos, sostiene el experto, suelen surgir de forma natural en las primeras etapas de una relación, pero pueden mantenerse con intención y constancia.
El primer hábito destacado es la manifestación lúdica del afecto físico, especialmente a través de gestos no sexuales. Travers explicó que cuando una persona se siente segura en su relación, tiende a actuar con libertad, lo que se traduce en juegos, bromas, caricias espontáneas o actitudes infantiles que refuerzan el vínculo.
Un estudio publicado en Scientific Reports en 2024 analizó a más de 460 parejas y clasificó cuatro formas de alegría en la adultez: dirigida a otros (a través del juego compartido), alegre, intelectual y caprichosa.
Los investigadores concluyeron que aquellas parejas que demostraban mayor disposición al juego, en particular las más sociables y cálidas, presentaban niveles más altos de seguridad emocional, evitaban menos la intimidad y mostraban menor ansiedad por ser queridas.
Según el psicólogo, las interacciones lúdicas, como bromear o pelear de forma juguetona en el sofá, no son banales: representan una base sólida para una relación íntima y emocionalmente saludable.
Otro factor central en las relaciones satisfactorias es la forma en que las parejas enfrentan las tareas del hogar. Lejos de ser un simple reparto de responsabilidades, estas actividades pueden convertirse en rituales de intimidad cuando se abordan con cooperación y buena comunicación.
Un estudio publicado en Socius en 2020 y basado en más de 480 parejas, evidenció que compartir las tareas domésticas está estrechamente vinculado con una mayor satisfacción conyugal.
Sin embargo, la clave no se encontró únicamente en la división del trabajo, sino en el tipo de comunicación que se establece al realizarlo. Las mujeres que contaban con una pareja colaboradora y empática reportaron mayor equidad y bienestar emocional.
En el caso de los hombres, la participación activa en estas tareas impulsó una comunicación más efectiva, lo que reforzó la cercanía.
Para Travers, estas prácticas reflejan cuidado mutuo y compromiso emocional. La frase “estamos juntos en esta vida” resume el significado simbólico de hacer cosas simples en pareja.
El tercer hábito observado en parejas emocionalmente estables es la incorporación de registros emocionales diarios, momentos breves para saber cómo se siente el otro.
Estos contactos pueden incluir un café a la mañana o una charla antes de dormir. Lo relevante es la intención de estar presente y disponible.
El psicólogo citó un estudio que exploró la relación entre la atención plena y los comportamientos afectivos diarios. Según los resultados, en los días en que uno de los miembros de la pareja mostraba mayor presencia emocional, se observaban menos actitudes negativas como el aislamiento o la ira, y más gestos positivos como elogios, calidez y afecto.
Incluso en jornadas con baja sintonía, algunas parejas respondían con una actitud más afectuosa al día siguiente, lo que sugiere un intento de equilibrar la dinámica.
El último hábito destacado es el llamado juego paralelo o la colaboración creativa. Este tipo de intimidad se manifiesta cuando las personas comparten espacio físico mientras realizan actividades distintas o crean algo juntas, desde escribir hasta tocar música o trabajar en proyectos personales.
Un estudio publicado en Psychology of Music, indicó que las parejas que practicaban actividades musicales de forma conjunta e improvisada reportaban mayores niveles de compromiso, coordinación emocional y comunicación positiva.
Travers resaltó que no fueron las actuaciones planificadas las que generaron cercanía, sino la cocreación espontánea y sin presión.
Este modelo, conocido como SMAR (Actividades Musicales Compartidas en las Relaciones, por sus siglas en inglés), ilustra cómo el acto de hacer música juntos puede actuar como un vehículo para profundizar el vínculo emocional.
Fuente: Infobae.com