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A medio siglo de la caída de Saigón, el hecho que puso fin a la Guerra de Vietnam y selló la derrota de Estados Unidos

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30 de abril de 2025
A medio siglo de la caída de Saigón, el hecho que puso fin a la Guerra de Vietnam y selló la derrota de Estados Unidos
Evacuación de Saigón en helicópteros.
Evacuación de Saigón en helicópteros. Ciudadanos americanos y sus colaboradores locales huyeron ante la inminente toma de la ciudad

Fue el final de la guerra, de otra guerra, que era la misma. El laberinto es parte de la trágica historia de Vietnam a lo largo del siglo pasado. Lo cierto es que cuando el 30 de abril de 1975, hace medio siglo, las fuerzas comunistas de Vietnam del Norte tomaron la que era la capital de Vietnam del Sur, Saigón, la interminable guerra de Vietnam terminó para siempre.

Ya había terminado antes, en 1973, con la retirada de las fuerzas estadounidenses que desde 1965 habían sostenido al régimen del Sur, que le era fiel y no siempre obediente. Ese fue el primero de los finales de la guerra, que llegó de la mano de un acuerdo de paz firmado en París en enero de 1973 por el secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger y el negociador de Vietnam del Norte, Le Duc Tho. Las tropas de combate americanas, que habían llegado a Vietnam en marzo de 1965, se retiraron el 27 de marzo de 1973.

Pero la guerra siguió, ahora entre vietnamitas del Norte y del Sur, por el dominio total del país.

La historia de Vietnam es extensa, profusa y laberíntica. Fue dominio francés hasta 1954 cuando, después de un largo enfrentamiento, un acuerdo de paz firmado en Ginebra, Suiza, permitió la retirada del ejército francés: una derrota simulada tras un tratado. Pero la paz no llegó a Vietnam, que se llamó Indochina hasta el fin de la dominación francesa, junto con la región y los países que lo rodeaban: Laos, Camboya, Tailandia, Malasia, Birmania y el resto del sudeste de Asia.

Vietnamitas intentan escalar las paredes
Vietnamitas intentan escalar las paredes de la embajada de Estados Unidos en Saigón. La imagen es del 29 de abril de 1975 (AP Photo/File)

En cambio de la paz, a Vietnam llegó la dominación de Estados Unidos, que enarbolaba la llamada teoría del dominó que afirmaba que un país bajo dominio comunista, haría caer en el comunismo a todos sus vecinos, como fichas de dominó. Estados Unidos sostuvo a un gobierno títere en el sur de Vietnam instalado en la que era su ciudad más importante: Saigón.

Las fuerzas comunistas se quedaron donde estaban, en el norte, en Hanoi. La guerra contra Francia había dejado una línea divisoria, el paralelo 17 sobre el Golfo de Tonkin, que había sido algo así como una zona desmilitarizada y que ahora “dividía” al país en dos: Norte y Sur. Para los comunistas del Norte, Vietnam no estaba dividido en dos, estaba “desunido” y el Ejército Popular de Vietnam del Norte, más los guerrilleros del Vietcong, aspiraban a “unificar” el territorio. En ese fárrago semántico, geográfico, político y militar se desarrolló una guerra que provocó más de dos millones de vietnamitas y más de sesenta mil soldados americanos muertos.

En los dos años que siguieron a la retirada de las fuerzas armadas de Estados Unidos, las fuerzas comunistas de Vietnam tuvieron una sola misión: capturar Saigón. La guerra, civil y militar, bajó desde Hanoi a lo largo del país que semeja la figura de una embarazada, con el vientre abultado en la zona vecina al sur, a partir de Hue, que fue la antigua capital imperial, y hacia la meseta central y sus ciudades clave en la guerra, Bien Hoa y Saigón. La del Norte comunista fue una marcha veloz, sangrienta y decidida. El colapso de las fuerzas del sur también fue veloz, sangriento y decidido.

Horas previas a la caída
Horas previas a la caída de Saigón. Estadounidenses y vietnamitas pugnan por subir a un helicóptero de los marines para abandonar la ciudad (AP Photo)

El 5 de marzo de 1975, dos meses antes de la caída de Saigón, un memorándum secreto elaborado por la CIA y por la inteligencia del ejército de Estados Unidos, afirmaba que Vietnam del Sur, sus tropas, su gobierno y su gente, podían resistir la guerra durante un tiempo prolongado, por lo menos hasta los inicios de 1976. Era un disparate, un informe equivocado como muchos de los informes de inteligencia que habían circulado cuando la guerra que había terminado en 1973.

En Vietnam del Sur, los estadounidenses no se habían ido del todo aquel año. No había, es verdad, fuerzas armadas activas y en combate, excepto una mínima cantidad de efectivos para funciones protocolares, entre ellas la custodia de la embajada americana; pero sí había agentes de la CIA, asesores, técnicos, observadores, diplomáticos, funcionarios y cuanto eufemismo corriera para indicar un secreto, ligero, tenue pero no intrascendente apoyo político y militar a Vietnam del Sur. Ante el aluvión del Norte, ese apoyo se iba a diluir. El 10 de marzo, cinco días después del errado informe de la CIA, las tropas comunistas capturaron Buon Ma Thot, la capital de la provincia de Dak Lak, en el centro de las Tierras Altas vietnamitas, lo que le abría al Norte una ruta segura hacia Saigón.

El primer ministro vietnamita del Sur, Nguyen Van Thieu, estaba avisado de la ofensiva; apostaba todavía a una ayuda militar de Estados Unidos, lo que habría implicado un regreso de ese país a la guerra. Thieu confiaba también en que, si la ayuda no era manifiesta y evidente, al menos que podía ser secreta y anónima. Era un imposible. Días después, ya con Saigón pendiente de un hilo, cuando Thieu pidió apoyo aéreo a Estados Unidos para evitar el desastre, el entonces presidente Gerald Ford le contestó: “Lamento no tener la autoridad para hacer algunas de las cosas que el presidente Nixon podía hacer”. No era una excusa, era un dato político trascendental y retrataba un pasado de Vietnam y de Estados Unidos que no iba a volver.

A principios de abril de
A principios de abril de 1975 se formaban largas filas en el consulado de Estados Unidos en Saigón para conseguir visas (AP Photo)

Después de la caída de Buon Ma Thot, donde las fuerzas del Sur lucharon con valentía y sufrieron cuantiosas bajas, el ERVN (Ejército de la República de Vietnam), se derrumbó. Thieu también se derrumbó: le aterraba no contar con el apoyo de Estados Unidos, apoyo que ya no tenía. Empezó entonces en el resto del territorio de Vietnam del Sur que no estaba todavía dominado por el Norte, una retirada tumultuosa, caótica y en muchos casos letal. Las tropas enfilaban desordenadas desde las Tierras Altas hacia la costa, con la esperanza de dejar Vietnam por mar. Desertaban, se mezclaban con civiles, abandonaban armas y uniformes, se unían a un éxodo desesperado mientras el Norte avanzaba implacable.

Uno de los pilotos de Air América, una aerolínea encubierta de la CIA, que había empezado a evacuar de Vietnam a todo el personal estadounidense y a sus familias, contó: “Nunca olvidaré la vista de la carretera de salida de Pleiku (una ciudad a medio camino entre Saigón y Hue). Era una masa sólida de cuerpos que caminaban portando cuanto tenían. Comprendían que, en ese momento, habría miles que estaban muriéndose”. Un general vietnamita del Sur dijo que la retirada “fue ignominiosa, el reflejo de un liderazgo deficiente en todos los niveles”. Hasta los aviones de Air América con evacuados a bordo, fueron baleados por vietnamitas del sur, a los que se suponía aliados, que estaba furiosos y aterrados. Otro de los pilotos admitió: “En buena medida era por frustración. La gente se pone nerviosa; quieren escapar y no piensan. Es la pura anarquía, el hombre reducido a su nivel más bajo”.

El terror se había extendido en todo el sur. La evacuación de todos los ciudadanos estadounidenses dejaría en soledad a las decenas de miles de colaboradores del régimen de Thieu que, durante una década, habían sostenido el esfuerzo americano en la guerra. Pero, además, los comunistas del Norte inspiraban terror. No era neurosis, era la realidad. Durante la ya legendaria “Ofensiva del Tet”, en enero de 1968, el EPVN (Ejército Popular de Vietnam) y la guerrilla comunista unificada en el Frente Nacional de Liberación, el Vietcong, habían dado ejemplo de cuál era la estrategia política y militar que seguía el Norte.

Las cabezas de esas estrategias eran el general Nguyen Von Giap y el jefe del Partido Comunista vietnamita, Le Duan, que había sido el número dos del legendario Ho Chi Minh y fue siempre uno de los líderes de la guerra contra las fuerzas americanas, sigiloso, oculto, discreto, que prefirió siempre escudarse en la figura de Ho, que había muerto en 1969. La idea de la “Ofensiva del Tet”, el año nuevo lunar vietnamita, que estalló la noche del 30 al 31 de enero de 1968, era la de lanzar una gran ofensiva militar, guerrillera, en las ciudades más importantes del país, en especial en Saigón. Giap y Le Duan calculaban que perderían miles de hombres, pero que el mundo empezaría a ver de modo diferente la guerra vietnamita. Y así fue.

Helicópteros de Estados Unidos en
Helicópteros de Estados Unidos en Vietnam (AP Photo/Henri Huet, File)

Durante esa ofensiva, los comunistas capturaron la antigua capital imperial, Hue, y desataron una masacre. Cuando días después la ciudad fue recuperada por los “marines” de Estados Unidos, las huellas de la matanza todavía estaban frescas: los comunistas habían enterrado vivos a los colaboradores del régimen del Sur, en muchos casos junto a sus familias incluidos ancianos y niños. Los más afortunados habían sido asesinados a balazos o degollados. Los testigos relataron que, en otros muchos casos y antes de ser fusilados, los condenados sin juicio habían sido obligados a ver cómo asesinaban a sus familias en medio de atroces torturas.

La brutalidad no era patrimonio del Norte. Dos fotografías periodísticas, entre otras tantas, también mostraban la verdadera cara de la guerra. Una era la de la ejecución pública a manos del jefe de policía de Saigón, Nguyen Ngoc Loan del guerrillero comunista Nguyen Can Lem, que minutos antes había degollado a la familia entera de un teniente coronel del Sur, y al teniente coronel. La otra imagen mostraba a la niña Kim Phuc, de nueve años, que corría desnuda por una carretera, quemada por las bombas de napalm lanzadas por los aviones de Estados Unidos. Pero ahora que el Norte estaba a punto de capturar Saigón, la desesperación por huir estaba fundamentada en que la certeza de que los comunistas iban a prescindir de cualquier espíritu de reconciliación, iban a dejar de lado cualquier acto humanitario y que iban a ejercer una venganza feroz entre las ruinas de Saigón. Y así fue.

Entre el 25 y el 28 de marzo, cayeron las ciudades de Hue, de nuevo en manos comunistas, y Da Nang. El 25, un soldado del Norte, llamado Nguyen Van Phuong, izó la bandera norvietnamita en la antigua capital imperial. Decenas de miles de soldados y civiles huyeron de Hue y alcanzaron la costa para abordar barcos de guerra, embarcaciones más chicas y cualquier otra cosa que flotara, para ir a parar más al sur, a Danang, donde el panorama era más terrible aún. Relata Max Hastings en su fantástica obra “La guerra de Vietnam – Una tragedia épica – 1945-1975”: “En los últimos días de marzo se calcula que un millón de refugiados se apelotonaba en las calles de Danang. En el patio del consulado estadounidense se levantaba una columna de humo denso y negro mientras el personal y la guardia de Marina prendían fuego a los archivos”.

Una de las más célebres
Una de las más célebres y al mismo tiempo terribles fotos de la Guerra de Vietnam. La niña Kim Phuc, de nueve años, que corría por una ruta desnuda y quemada por las bombas de napalm lanzadas por los aviones de Estados Unidos. Fue en 1972
(AP Photo/Nick Ut)

Otro piloto de Air American, Wayne Lenning, también describió la tragedia de Danang y la conducta del cuerpo de Ejército del Sur: “No cayó: se descompuso. Los soldados perdieron la cabeza. Corrían por las calles ametrallando a los civiles, arrancando las joyas de los cadáveres y violando muchachas”. En el aeropuerto, de donde partían los vuelos salvadores, la multitud asaltaba los pocos aviones que despegaban, convencidos de que ése podía ser el último vuelo. Algunos se escondieron en los huecos del tren de aterrizaje y murieron aplastados cuando los pilotos los recogieron después de despegar.

Otro de los numerosos testigos del desastre reveló el drama que ocurría en la costa, donde los civiles y las fuerzas del sur también tomaban por asalto barcos y barcazas para escapar de aquel infierno: “Había infantería ligera, infantería de marina, tanques… Llegó un barco primero, y los infantes de Marina dispararon contra todos los que pretendían trepar a bordo; la infantería ligera se enojó tanto, que abrió fuego contra la Marina. Al final, el barco se fue a pique”.

El presidente de Vietnam del Sur, escapó de su cargo y del país el 21 de abril en un C-118 de la Fuerza Aérea americana; hasta la escalerilla del avión lo acompañó el embajador de Estados Unidos, Graham Martin. Charlaron muy poco: “Sólo le dije adiós –relató luego Martin– Nada histórico: sólo adiós”. Parece que Martin tampoco era capaz de entablar un diálogo más fluido en esas circunstancias y también en otras.

Hasta el final, el embajador estadounidense creyó posible un acuerdo con los comunistas, una posibilidad de que se conservara alguna huella política, social o cultural de Vietnam del Sur, y hasta la remotísima chance de un gobierno tripartito. Desoía así un cable de la CIA, esta vez acertado, que le aseguraba la imposibilidad de un gobierno de coalición y le advertía, claro y fuerte: “Las fuerzas comunistas atacarán Saigón”. Martin se negó a evacuar temprano a las decenas de miles de vietnamitas que, por haber trabajado codo a codo con Estados Unidos, quedaban más expuestos a la venganza de los vietcongs. La evacuación empezó entonces tarde y mal, y provocó las terribles escenas fotografiadas y filmadas, que mostraban a centenares de personas que intentaban trepar a los últimos helicópteros que partían desde la terraza de la sede diplomática hacia los barcos y portaaviones americanos anclados frente a las costas de Vietnam del Sur.

Un helicóptero del cuerpo de
Un helicóptero del cuerpo de los Marines despega de una sede diplomática de Estados Unidos en Saigón (AP Photo/Phu)

Los norvietnamitas lanzaron su ataque final a Saigón el 27 de abril. Se sucedieron feroces enfrentamientos con los survietnamitas que quedaban en combate. Aviones de Vietnam del Norte habían bombardeado días antes las pistas de aterrizaje de los principales aeropuertos, el de Saigón incluido, con lo que anularon la evacuación aérea que hasta el momento era una vía de salida del país. Ahora eran prioridad los helicópteros que debían aterrizar en portaaviones y barcos americanos anclados en la costa. Empezó entonces una gigantesca operación aérea que salvó miles de vida y dejó otras muchas miles abandonadas a su mala suerte.

El 28 de abril, dos días antes de la caída de Saigón en manos comunistas, Henry Kissinger, negociador del acuerdo de paz de 1973, informó al presidente Gerald Ford sobre la realidad vietnamita y sobre la imposibilidad de Estados Unidos de prestar ayuda de cualquier tipo a Vietnam del Sur. La guerra se había tornado impopular y cualquier intento de tornar a colaborar con el Sur o de volver al combate, implicaría una segura derrota electoral del gobierno que había sucedido al de Richard Nixon en agosto de 1974. Kissinger habló con el presidente Ford al estilo Kissinger, con una crueldad y una franqueza devastadoras: “No creo que Vietnam del Sur sobreviva. Con esto, Estados Unidos ha sufrido un colapso moral”.

Kissinger sabía mejor que nadie que el acuerdo de paz que había firmado con Vietnam del Norte era un antifaz que ocultaba la derrota militar, acunado por otra frase de circunstancias enarbolada en su momento por Nixon y que hablaba de lograr en Vietnam: “Una paz con honor”. Al día siguiente de su charla con Ford, y ante su gabinete en el Departamento de Estado, Kissinger mencionó a Vietnam como “nuestra desgracia”. Y cuando uno de sus funcionarios le propuso que pidiera a Moscú que interviniese, dada las buenas relaciones que existían en ese momento entre la Casa Blanca y el Kremlin, Kissinger fue de nuevo franco y brutal: “No podemos pedir a los soviéticos que, por el espíritu de la distensión, nos salven de nosotros mismos”.

El 30 de abril, al amanecer, empezó la última evacuación de estadounidenses y vietnamitas desde la embajada de Estados Unidos. Hasta entonces, los helicópteros de la infantería de Marina habían llevado adelante 682 misiones para sacar de Vietnam a 1.373 estadounidenses y a 5.595 personas de otras nacionalidades, en su mayoría vietnamitas, para ponerlos a salvo en los buques de guerra de la Séptima Flota. En algunos de esos buques se arrojaron aeronaves al mar para hacer más sitio a los desesperados fugitivos.

A las 4:58 de aquella mañana, el embajador Martin recibió un mensaje en código: “Tigre, tigre, tigre”. Era la orden de abandonar la embajada y la obedeció. Por decisión de Washington, la operación de traslado de gente terminaría a las 7:53, por lo que centenares de personas intentaron subir a los helicópteros por la fuerza: algunos lo lograron, otros fueron bajados a golpes de puño y patadas. Mientras, recrudecían los combates callejeros, decenas de miles de vietnamitas intentaban huir a pie hacia las fronteras con Laos y Camboya donde también les esperaba un destino incierto.

Otros prefirieron rendirse de otra forma. Cuenta Hastings en “La guerra de Vietnam…”: “Unas pocas puertas más abajo de la casa de Luán, vivía otro comandante del ejército que tomó una opípara comida en compañía de su esposa y sus siete hijos, para luego darles un somnífero, irlos matando uno a uno y quitarse la vida al final. Dejó una nota: ‘Queridos vecinos, mi familia no puede vivir bajo el régimen comunista. Por favor, perdónennos y ayuden a mis parientes a enterrarnos. En la caja fuerte hay un poco de dinero, Por favor, destínenlo a los gastos de nuestro sepelio. ¡Gracias y adiós!”.

Cientos de vehículos acampados en
Cientos de vehículos acampados en el centro de Vietnam. La gente abandonaba sus casas a medida que el Norte avanzaba hacia Saigón (AP Photo/Nick Ut)

El final de la guerra de Vietnam lo marcó la llegada de dos tanques a diferentes destinos. El primero arrasó las rejas de la embajada de Estados Unidos, la bandera de norvietnamita desplegada por la infantería que marchaba detrás del blindado. Decenas de tropas ocuparon la que había sido una de las sedes diplomática más poderosas de Estados Unidos en Oriente: encontraron un tesoro. Lo describió Frank Snepp, que era el analista de la CIA en Saigón y se ocupaba de estudiar y anticipar la estrategia norvietnamita: “Dejamos atrás, en el asfalto o fuera de los muros de la embajada, a entre cuatrocientos y quinientos policías de la fuerza especial de Saigón, a los que nosotros mismos habíamos entrenado; a unos doce mil miembros de la organización central de inteligencia de Saigón y a treinta mil cuadros de nuestro programa antiterrorista Phoenix”. Snepp dijo también que no se habían destruido los archivos que contenían los nombres de miles de vietnamitas que habían servido al gobierno del Sur o a los Estados Unidos. Se avecinaban horas terribles para quienes no hubieran podido abandonar Vietnam.

El segundo de los tanques llegó a destino a las once y media de la mañana de aquel miércoles 30 de abril. Pertenecía a la 304ª División comandada por el general Nguyen Hu An, que se había unido al EPVN en 1945. También con la bandera de Vietnam del Norte desplegada y seguido por tropas de infantería, el tanque derribó las puertas del Palacio de la Independencia, la residencia del presidente Thieu, que la había abandonado nueve días antes. La residencia no estaba sola. En su interior aguardaba a los comunistas el general Duong Van Minh, “El Gran Minh”, que se había hecho cargo de la presidencia de Vietnam del Sur dos días antes, el lunes 28.

Un tanque derriba la reja
Un tanque derriba la reja del Palacio de la Independencia, sede del gobierno de Vietnam del Sur. El fin (AFP)

Minh enfrentó a las tropas comunistas y a su destino con cierta entereza y cierta dignidad. Dijo a quien estaba al mando de las fuerzas enemigas:

-Los hemos estado esperando para poder transferirles el gobierno”

Tenía enfrente a quien era el oficial comunista de mayor rango en el terreno, el coronel Bui Van Tung, que le contestó:

-No se trata de que transfieran el poder. Su poder se ha desmoronado. No pueden ceder lo que no tienen. Lo que puede hacer, es rendirse incondicionalmente.

La guerra de Vietnam había terminado.

Fuente: Infobae.com

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