
Corea del Norte y Corea del Sur cumplen este miércoles 75 años desde el inicio de su gran guerra inacabada: un conflicto que dividió una nación y que sigue sin resolverse a día de hoy, a la espera de que las partes lleguen finalmente a un acuerdo para firmar un tratado de paz que sirva de broche final a la contienda.
Con un alto el fuego que deriva del armisticio pactado en 1953, las partes mantienen desde entonces una especie de tregua técnica que les ha llevado a convivir durante más de siete décadas en un vaivén de acusaciones, tensiones y desafíos, que aumentan o disminuyen a expensas de los cambios geopolíticos.
La división de la península de Corea se remonta a 1945, cuando Estados Unidos y la antigua Unión Soviética hicieron uso del paralelo 38 como línea para repartirse el poder. Los dos países esperaban distribuirse el territorio y la influencia en la zona, pero la guerra se desató tan solo cinco años después.
En junio de 1950 las tropas norcoreanas invadieron Corea del Sur en el arranque de un conflicto bélico que implicó a más de una veintena de países y que supuso el despliegue de casi dos millones de efectivos.
La Unión Soviética y China dieron su apoyo a Pyongyang, mientras que Seúl contó con el respaldo de un Estados Unidos que sigue actuando como principal aliado de Corea del Sur a día de hoy.
Las largas negociaciones de paz que comenzaron tres años después propiciaron la firma de un armisticio que contó con el apoyo de Estados Unidos y en el cual se estableció de nuevo como referencia el paralelo 38, que sigue sirviendo de frontera ‘de facto’ entre los dos países a pesar de las tensiones.
No fue hasta 2018, casi siete décadas después, que el entonces presidente surcoreano, Moon Jae In, y el líder norcoreano, Kim Jong Un, propusieron finalmente firmar la paz, si bien con un tema irrenunciable como cuestión de fondo: la desnuclearización de la península de Corea.
Las partes vieron factible avanzar en este sentido, poner fin a la carrera armamentística de Corea del Norte y reducir la influencia norteamericana en la zona, así como el despliegue continuo de sus fuerzas y la puesta en marcha de maniobras militares.
A pesar de estos conatos de acercamiento, las dos Coreas siguen sin lograr un acuerdo que satisfaga verdaderamente a ambas partes, lo que ha perpetuado un clima de profundas diferencias ideológicas y políticas, así como una sistemática desconfianza.
La zona desmilitarizada (DMZ) que separa ambos territorios sigue constituyendo una de las fronteras más militarizadas del mundo, y los incidentes en esta área, que parecen haber disminuido recientemente, provocan un aumento de la tensión y hacen temer una nueva guerra.
La oficina de enlace que Kim y Moon pactaron crear en 2018 para intercambiar comunicaciones constantes saltó por los aires dos años después, cuando Corea del Norte dijo estar harto de las supuestas provocaciones llegadas desde el otro lado de la frontera, en particular del envío de propaganda por parte de grupos desertores.
El mayor impulso al diálogo se desintegró durante la cumbre de Hanói de 2019, que terminó sin un acuerdo entre Kim y Trump al no aceptar este último el desarme parcial que proponía Pyongyang. Posteriormente, la llegada a la Presidencia del destituido Yoon Suk Yeol propició una política de mano dura con el norte.
Sin embargo, tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y la llegada de Lee Jae Myung a la Presidencia surcoreana a principios de junio, son muchos los que esperan que las partes vuelvan a poner sobre la mesa la posibilidad de acabar con el conflicto.
Victor D. Cha, politólogo y presidente del Departamento de Política Exterior del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de la Universidad de Georgetown, ha explicado recientemente que la economía es ahora la principal prioridad del Gobierno surcoreano dada su “completa orientación a las exportaciones”.
“Corea del Sur está muy orientada a las exportaciones y uno de los mercados principales es Estados Unidos, por lo que las políticas arancelarias del presidente estadounidense podrían provocar cambios a nivel interno, ha manifestado Cha durante un evento organizado por el CIDOB, Casa Asia y Ático de los Libros.
“Si a esto le sumamos las preocupaciones por China, que obstaculiza el acceso a minerales para la fabricación de tecnología, Corea del Sur está en una situación de riesgo tanto en relación con Estados Unidos como con China”, ha sostenido.
Así, la llegada de Lee a la Presidencia permite poner a prueba la excepcionalidad de las relaciones entre Corea del Sur y Estados Unidos en pleno aumento de las tensiones y ante posibles cambios en las dinámicas relacionales entre Washington y sus socios tradicionales.
Esto podría provocar una reducción de las tensiones con Corea del Norte, a pesar de que la posibilidad de contar con armas nucleares vuelve a colmar el debate público. “Hay temas concretos de Estados Unidos que al final se vinculan mucho con la excepcionalidad que tiene Corea con Washington por el acuerdo de seguridad”, ha explicado Inés Arco, investigadora del CIDOB especializada en Asia Oriental y política china, en declaraciones a Europa Press.
Según ha matizado, aunque hay un sesgo en la política surcoreana sobre “cómo gestionar los asuntos de Corea del Norte”, el tema ha ganado ahora notoriedad dado que Trump ha “vuelto a dar señales de querer reunirse de nuevo con Kim”, que mantiene su postura y busca presionar a Seúl y Washington para lograr concesiones y un levantamiento de las sanciones.
No obstante, Arco ha alertado de que los “mensajes dispares” de la Administración Trump “pueden llegar a repercutir sobre el debate a nivel interno en torno a cuestiones como la defensa”. “Por eso el debate sobre las armas nucleares alcanzó su pico después de que Trump saliera elegido”, ha afirmado.
Es precisamente esta aparente duda sobre la persistencia del contingente estadounidense desplegado en territorio surcoreano la que ha generado que gran parte de la población del país asiático abogue por desarrollar armas nucleares para hacer frente a la amenaza de Corea del Norte, una idea que estuvo a punto de materializarse en los años 70.
Aunque Seúl carece de este tipo de armamento, se encuentra bajo la protección del “paraguas nuclear” de Estados Unidos, lo que implica que el país norteamericano se ha comprometido a hacer uso de su arsenal en caso de ataque nuclear o amenaza militar.
Esta dependencia, además del incremento de los ensayos balísticos y nucleares por parte de Corea del Norte y su reciente acercamiento militar con Rusia, es lo que ha provocado un mayor apoyo por parte de la población al desarrollo de este tipo de armamento, una medida que Lee parece descartar de momento.
En caso de agresión, muchos temen por sus familiares y allegados, a los que llevan años sin ver. La guerra de Corea, que agudizó la división entre dos países, sigue afectando a miles de familias, algunas de las cuales solo han podido reencontrarse décadas después gracias a las reunificaciones iniciadas en el año 2000.
A día de hoy, ambos países siguen reclamado la soberanía de toda la península, y en sendas constituciones se consideran independientemente el único gobierno legítimo de toda Corea, lo que dificulta el reconocimiento mutuo y deja en el aire la posibilidad de poner fin de verdad a este conflicto.
Fuente: Infobae.com