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Del tatuaje de Fidel Castro al de Taylor Swift

Escrito por
21 de diciembre de 2024
Del tatuaje de Fidel Castro al de Taylor Swift
Ídolos actuales como Taylor Swift
Ídolos actuales como Taylor Swift dominan un panorama que sería incomprensible para los Beatles en su tiempo (REUTERS/Toby Melville)

Las generaciones actuales marcan una ruptura profunda con las que nos precedieron. Nunca antes se había observado un cambio generacional tan vertiginoso. Los ciclos que antes se medían en décadas hoy se condensan en periodos más breves, tal vez incluso menores a diez años. El modelo clásico de generaciones de treinta años -que dominó gran parte del siglo pasado- quedó obsoleto.

En su lugar, los relatos generacionales emergen, se consolidan y desaparecen con una rapidez inusitada, alterando la política, la música, la moda y la cultura en general, sin seguir un patrón predecible, menos aún de naturaleza acumulativa. Cada generación redefine su entorno de forma total y, en ese proceso, destruye simbólicamente lo anterior para construir algo nuevo. (Sí, algo de Schumpeter es lo que vivimos).

En el siglo XX, especialmente en los años sesenta, los relatos generacionales solían ser más homogéneos y expansivos. La figura de Fidel Castro y la revolución cubana fueron un ejemplo claro.

La barba de Fidel, sus discursos y los supuestos “ideales” revolucionarios de la época se convirtieron en símbolos globales, emulados desde América Latina hasta Europa y Asia.

Esta narrativa se propagaba casi como una cadena, replicándose con fuerza en distintos rincones del mundo, como si fuese un fenómeno inevitable y universal. La revolución era un estilo de vida y una estética, al punto de que sus símbolos se expandían como un modelo uniforme, comparable -paradójicamente- con Mc Donald´s. Sin embargo, esa homogeneidad ya no existe.

En el siglo XX, especialmente
En el siglo XX, especialmente en los años sesenta, los relatos generacionales solían ser más homogéneos y expansivos. La figura de Fidel Castro y la revolución cubana fueron un ejemplo claro (EFE/Alejandro Ernesto/ARCHIVO)

En el presente, los relatos generacionales son fragmentados, diversos y muchas veces contradictorios, alimentados por la velocidad de las redes sociales y un mundo interconectado que presiona por resultados inmediatos y una constante reinvención. Se acabó buena parte de la previsibilidad de lo de ayer, no conocemos el presente, menos aún podemos hacer pronósticos. Me temo que expertos en estas áreas ya no habrá, o los que así se validan son conversadores de café, pero nada que valga la pena gastar tiempo en ellos.

El pensador y escritor Byung-Chul Han abordó algunos de estos temas, especialmente en lo referente a la autoexigencia laboral y las dinámicas del rendimiento en las sociedades contemporáneas. Su perspectiva sobre el “sujeto de rendimiento” resuena en este mundo de cambios culturales, donde la presión por sobresalir y ser auténtico es permanente.

Sin embargo, su visión, aunque perspicaz, parece limitada cuando se aplica al contexto latinoamericano. En esta región, los procesos sociales y culturales son más caóticos, atravesados por desigualdades estructurales y formas híbridas de modernidad que desbordan las categorías europeas que Han propone. El escenario latinoamericano no solo es diferente, sino que también desafía las interpretaciones simplistas de los fenómenos globales.

En este contexto, las redes sociales se convierten en un observatorio privilegiado para entender las dinámicas generacionales. Plataformas como Facebook muestran cómo los puntos de maduración varían en distintas regiones del planeta (mientras en algunos lados ya agotó su oferta, en otros irrumpe con audacia).

Otras redes, más segmentadas y especializadas, permiten analizar con precisión cómo las tendencias “vanguardistas” se convierten en códigos masivos o mainstream en poco tiempo. Este fenómeno es evidente en la formación de macro tribus culturales que, en ocasiones, irrumpen en el escenario global casi en tiempo real.

Estas tribus redefinen identidades, comportamientos y formas de pertenencia, desde la estética de los tatuajes, cada vez más comunes entre los jóvenes, hasta las narrativas musicales que moldean los imaginarios colectivos. Si alguien nos hubiese advertido del mundo del tatuaje con la naturaleza de la masividad del presente, hace no más de cinco años, eso hubiera sonado a delirio. Hoy van quedando pocos que no se tatúan algo.

La música, como siempre, es un reflejo del momento. Ídolos actuales como Taylor Swift dominan un panorama que sería incomprensible para los Beatles en su tiempo. Beethoven, cuya música personificaba la intensidad emocional de otra era, probablemente agotaría a las audiencias actuales, pero en el presente preguntar por la novena o la quinta sinfonía va a resultar impactante oír lo poco que se sabe de él. Y figuras como Charly García, cuya genialidad rompió moldes en su tiempo, podrían no encontrar el mismo eco en este mundo hiper fragmentado.

Ídolos actuales como Taylor Swift
Ídolos actuales como Taylor Swift dominan un panorama que sería incomprensible para los Beatles en su tiempo (REUTERS/Juan Medina/ARCHIVO)

Las preguntas que esto suscita no se limitan al arte: ¿cómo es posible que, en un entorno tan explícito, la política siga operando bajo códigos tradicionales y, a menudo, maquiavélicos? ¿No está también la política sujeta a las demandas de autenticidad y transparencia que caracterizan a esta época? Tal vez nos aproximamos al momento en que el discurso político no pueda sostenerse sin sinceridad firme o extrema, porque cualquier impostura corre el riesgo de ser rápidamente expuesta.

Por lo menos cabe hacerse esa pregunta ante liderazgos políticos tan divergentes y complejos como los que se nos presentan hoy. Tampoco el mundo vivió con líderes tan extremos, excepto cuando pasó lo peor.

Otro aspecto crucial es el lenguaje. Las nuevas generaciones son más cuidadosas con las palabras, evitando términos que puedan ser percibidos como “discriminatorios” (o quizás conceptos).

Sin embargo, esta sensibilidad coexiste con una severidad casi dogmática respecto a lo “políticamente correcto”. En algunos casos, esta actitud limita la libertad de expresión, creando un entorno de autocensura que dificulta los diálogos intergeneracionales. Palabras, conceptos y formas de pensar que antes eran aceptables ahora resultan inadmisibles.

Este fenómeno no es una opinión, es un dato: el espacio para el consenso se estrecha cada día más. Así, no es fácil dialogar y encontrar soluciones con legitimidad para la sociedad de todos para con todos.

Ídolos actuales como Taylor Swift
Ídolos actuales como Taylor Swift dominan un panorama que sería incomprensible para los Beatles en su tiempo (REUTERS/Juan Medina)

Estamos en un mundo donde los significados se reescriben constantemente y a gran velocidad (ya sé que es un lugar común advertir eso, pero en el presente es agudo el tema). Si en los sesenta los símbolos eran universales y aspiracionalmente homogéneos, hoy la narrativa es diversa, caótica y en constante transformación.

Las generaciones actuales no solo ocupan su lugar en la historia, lo reconfiguran todo a su paso, dejando claro que el cambio, aunque constante, es cada vez más rápido, radical y extremo. No viene con sutilezas la cosa.

El desafío es entenderlo antes de que otra generación lo transforme de nuevo. Solo para comprender mejor al mundo y vivirlo mejor.

Fuente: Infobae.com

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