
La sala de emergencia y el centro de terapia intensiva (CTI) del hospital pediátrico Pereira Rossell de Uruguay se tiene que adaptar, cada vez más, para atender niños que llegan baleados allí. Es una realidad que se encontró el grado cinco de Pediatría Gustavo Giachetto, cuando asumió como director de ese centro de salud especializado, ubicado en una zona céntrica de Montevideo.
“Los servicios de emergencia y el CTI están adaptados a la atención de pacientes potencialmente graves con heridas de arma de fuego. Eso es un cambio, porque un accidentado de tránsito no es lo mismo. Por otro lado, implica consideraciones desde el proceso asistencial de contemplar esas realidades, y también cuestiones de seguridad, que a veces generan temas en el personal”, declaró Giachetto al diario El País.
El director de este hospital pediátrico –el único del país– afirmó que las cifras muestran que este fenómeno viene en aumento. “No tengo los últimos datos, pero sí es un problema creciente”, aseguró el director del centro de salud. “Es un problema que está, que tenemos que atender y es parte de nuestra realidad epidemiológica, con la que tenemos que trabajar”, señaló.
En una línea similar se expresó al ser entrevistado en La Diaria. El hospital pediátrico no cuenta con un protocolo específico para este tipo de situaciones, aunque ha realizado algunas gestiones con el Ministerio del Interior –a cargo de la seguridad del país–, al tiempo que la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), el prestador de salud estatal de Uruguay, lo trabaja a nivel “general”.
“Es un problema nuevo que está creciendo. Antes los heridos por arma eran accidentales, ahora son producto de la violencia directa; los niños son usados de rehenes en las luchas territoriales”, expresó.
Giachetto criticó los protocolos de seguridad que existen porque, para él, tiene “agujeros por todos lados”.
Si bien el problema crece, las autoridades anteriores del Pereira Rossell ya advertían por este fenómeno. A comienzos de 2024, Álvaro Galiana, el ex director del centro de salud, declaró en Canal 10 que se registró un cambio de tendencia. “Antes era excepcional en el año tener dos o tres casos de niños con balas y hoy cada mes tenemos algún niño baleado. Hoy es más frecuente verlo y es algo que nos preocupa muchísimo”, aseguró entonces.
Galiana explicó esa vez que el aumento de los casos implicaba para el hospital disponer de un centro quirúrgico que atienda de forma inmediata a los menores y una unidad de terapia intensiva que los pueda atender en el momento que el niño llega al lugar, dado que en general arriban en estado grave.
“Implica estrés y exigencia al servicio del hospital. Primero, porque no estamos acostumbrados; y segundo, cuando ocurren estas cosas empieza a haber un movimiento de gente que pregunta por el niño, que no sabemos quiénes son ni si están vinculados al problema de que el niño diga quién le tiró, de dónde vino (el disparo)”, explicó el médico.
El año pasado, 10 menores fueron asesinados en Uruguay tras guerras narcos y venganzas. Las autoridades uruguayas están en alerta por esta situación. “Hay determinados episodios que dejan de escandalizar a la opinión pública porque pasan a ser parte del paisaje cotidiano”, explicó el vicepresidente del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), Mauricio Fuentes, al diario El País a principios de junio de este año.
“Cuando las víctimas son adolescentes que quizás consumen o están vinculados, aunque sea lateralmente, a estos grupos delictivos de escala barrial, la percepción social es diferente”, señaló.
Entre los niños asesinados, hubo hijos de líderes narcos, familiares de delincuentes que pagaron por actos que no cometieron y adolescentes que a su corta edad ya están metidos en cómo funciona una maquinaria de violencia que no para.
Fuente: Infobae.com