(Desde San Pablo) Entre los regalos que el presidente chino, Xi Jinping, intercambió con su homólogo brasileño, Lula, durante su visita a Brasilia el miércoles, inmediatamente después de la conclusión del G20, se encontraba un fragmento de suelo lunar, recogido en diciembre de 2020 por la misión Chang’e-5 del Programa de Exploración Lunar de China. Brasil, por su parte, ofreció varios regalos, entre ellos un agua muy cara embotellada en la Amazonia mediante un proceso único que transforma el agua atmosférica producida por los árboles de la selva en agua potable.
Muchos han interpretado este intercambio como simbólico de las relaciones entre los dos países: mientras Xi promete la Luna, Brasil abre las puertas de sus recursos a China, en nombre de las relaciones entre los dos países, no sólo comerciales, sino también diplomáticas, que justo este año cumplieron 50 años. “Las relaciones con Brasil son en este momento las mejores de su historia”, dijo Xi, que también calificó a Brasil de “China tropical” en la cena oficial que cerró su visita.
El encuentro entre los dos líderes no tuvo lugar en el palacio presidencial de Planalto, como marca el protocolo, sino a petición de Xi, por supuestas razones de seguridad, en la residencia presidencial de Alvorada. Toda la delegación china había requisado un hotel en las inmediaciones del palacio, sustituyendo incluso a los funcionarios del hotel por los suyos propios.
Durante esta visita, Xi y Lula firmaron 37 acuerdos bautizados como “Comunidad Brasil-China con un futuro compartido para un mundo más justo y un planeta más sostenible”. Los documentos abarcan los principales sectores de la economía brasileña y temas sensibles como el intercambio de datos o cuestiones críticas como la compra de pesticidas chinos para la agroindustria brasileña. Quienes esperaban una clara adhesión de Brasil a la Iniciativa de la Franja y la Ruta quedaron decepcionados, pero basta leer el documento del acuerdo para darse cuenta de que la palabra “adhesión” sólo ha sido sustituida por la palabra “sinergia”.
“Brasil y China se comprometen, a través de este instrumento, a establecer sinergias entre, por parte brasileña, el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), el Plan Brasil Nueva Industria, el Plan de Transformación Ecológica y el Programa Rutas de Integración Sudamericana; y, por parte china, la Iniciativa de la Franja y la Ruta”, reza el texto. “Este acuerdo no representa la adhesión de Brasil al modelo hegemónico chino, pero hace a Brasil más vulnerable y más dependiente de China”, explica Elton Gomes, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Federal de Piauí, al diario Gazeta do Povo. Para el experto, “hay buenas razones para pensar que los datos económicos divulgados por Xi no son fiables y que la cadena de suministro china también puede verse afectada por la crisis económica del país, lo que podría tener consecuencias para Brasil”.
Por eso, los acuerdos financieros con China pueden ser arriesgados para Brasil, según muchos analistas. Por primera vez en su historia, el gigante latinoamericano, a través de su Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), ha contratado un préstamo con Beijing por el equivalente a 4.000 millones de reales (690 millones de dólares) en la moneda china yuan. Se trata de una estrategia que Beijing también ha utilizado con Rusia. Alexandra Prokopenko, analista de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional (Carnegie Endowment for International Peace en inglés) de Washington, explicó las razones de China y los riesgos para Moscú, que en parte pueden aplicarse también a Brasil.
“El yuan constituye solo el 3% de las reservas mundiales de divisas, eclipsado por el dólar (60%) y el euro (20%). Pero la creciente dependencia rusa del yuan está ayudando a las autoridades chinas a convertirlo en una moneda de reserva internacional”. Además, la desdolarización con la que el yuan sustituye al dólar, también apoyada por Lula como forma de unificar cada vez más el Sur Global del que es portavoz, acaba, según Prokopenko, por depender de las políticas del Partido Comunista Chino y del Banco Popular de China, de las que luego es difícil liberarse. Pero preocupa especialmente la posibilidad, anunciada en los últimos días, de intercambiar fondos brasileños en las bolsas chinas y viceversa.
“Si en un futuro cercano China fuera objeto de sanciones por un posible ataque a Taiwán o por su mayor apoyo a Rusia en el conflicto con Ucrania, Brasil se encontraría con dinero invendible”, explican a Infobae varios analistas financieros con experiencia en los mercados latinoamericanos.
Entre los 37 acuerdos presentados la semana pasada, el decimonoveno es el firmado entre el Ministerio de Telecomunicaciones brasileño y la Oficina Nacional de Datos de la República Popular China (NDB, por sus siglas en inglés). Este último es un órgano regulador creado por Beijing en marzo de 2023 con el objetivo, según reza la página web del gobierno chino, de “coordinar la integración, el intercambio, el desarrollo y la utilización de los recursos de datos”, así como de “coordinar la promoción de la economía digital de China y la construcción de la China Digital”.
El NDB es, por tanto, parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta Digital, la versión digital de la Iniciativa de la Franja y la Ruta que “pretende expandir las tecnologías digitales chinas en los países en desarrollo, suscitando preocupaciones de seguridad debido al potencial de vigilancia y recopilación de datos”, como escribe Evan Williams en la revista geopolítica East Asia Forum. Los puntos 1.2 y 1.3 del acuerdo firmado por Brasil establecen que “las partes se comprometen a intercambios y cooperación en áreas clave como la agricultura, la manufactura, la educación, la medicina y la salud. Las partes fomentan los intercambios, la cooperación y las aplicaciones innovadoras en tecnologías digitales como 5G y redes futuras, big data, computación en la nube, ciudades inteligentes y centros de datos”.
El riesgo, según los expertos, es que China meta mano en los datos “para espionaje u otros fines nefastos, así como para el control y la manipulación de algoritmos como TikTok con fines de propaganda”, escribe Nigel Cory en la página web de la Fundación estadounidense de Tecnología de la Información e Innovación (Information Technology & Innovation Foundation en inglés).
El tratado de cooperación firmado con la china SpaceSail para el suministro de Internet vía satélite también ha despertado perplejidad. En Brasil, el servicio lo ofrece actualmente Starlink, de Elon Musk. En los últimos meses el magnate ha acabado en un tira y afloja con el juez del Supremo Tribunal Federal (STF) Alexandre de Moraes, que bloqueó su plataforma X durante unos 40 días. El acuerdo firmado ahora con los chinos tiene una duración inicial de 15 años. Frente a los más de 4.500 satélites de órbita baja de Starlink, SpaceSail, fundada en 2023, lanzó solo 18 hace tres meses, que se suman a otros 18 lanzados en octubre para un total de 36 satélites.
Durante la visita con Xi también se habló de los pesticidas chinos. Brasil es actualmente el primer importador mundial de estos productos. Entre 2021 y 2022 compró más de 190 tipos por un gasto total equivalente a 1.910 millones de dólares, según datos del Observatorio de la Complejidad Económica (OEC), una plataforma de visualización y distribución de datos online vinculada al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Boston. El punto 11 del acuerdo entre ambos países sobre el tema menciona la creación de un grupo de trabajo para aumentar el control de calidad de los pesticidas y el intercambio de información en relación con el registro en China y Brasil.
Los pesticidas chinos tienen un historial problemático en Europa. En 2019, las autoridades holandesas detuvieron en el puerto de Rotterdam un cargamento de pesticidas chinos con destino a Albania. No estaban registrados ni autorizados para su importación. Entre 2017 y 2018, se permitió la entrada en Albania de 2.000 kilogramos de pesticidas chinos y otros productos fitosanitarios, incluidos venenos y productos químicos peligrosos, prohibidos en el Viejo Continente, sin análisis de laboratorio. Incluso en Corea del Norte, según Radio Free Asia, decenas de agricultores en 2021 reportaron enfermedades hepáticas debido a los pesticidas chinos y su toxicidad.
También en el futuro de las relaciones entre los dos países está el uso por parte de Brasil del Puerto de Chancay en Perú, inaugurado por Xi antes de ir a Río de Janeiro para el G20. Gestionado íntegramente por el gigante logístico Cosco, que siempre ha apoyado a las fuerzas armadas de Beijing, por ejemplo, en las evacuaciones de chinos de Libia y Yemen, los expertos señalan que podría ser utilizado con fines militares por China, convirtiéndose así en una amenaza para la seguridad de la región. Brasil ha manifestado gran interés en utilizar el puerto. Tanto es así que la ministra de Planificación y Presupuesto, Simone Tebet, se ha comprometido a invertir en la construcción de nuevas infraestructuras entre Brasil y Perú para permitir una conexión con el Puerto de Chancay.
Según la revista británica The Economist, nunca antes Brasil había sido tan funcional a Beijing. La llegada de la nueva administración Trump a Estados Unidos es una incógnita, pero la posibilidad de nuevos aranceles comerciales de Washington contra China es alta, por lo que el país asiático necesita apuntar a otros países, como Brasil, la novena economía del mundo. Sin embargo, es desde 2009 cuando China sustituyó a Estados Unidos en ser el primer socio comercial de Brasil, que también tiene superávit comercial frente al gigante asiático.
El año pasado, el país latinoamericano exportó al gigante asiático 51.000 millones de dólares más de lo que importó. Además, en virtud de los acuerdos firmados la semana pasada por Xi y Lula, se abrirán ahora cuatro nuevos mercados de exportación para los productos brasileños: uvas frescas, sésamo, sorgo y diversos productos pesqueros.
En el frente agrícola, Lula declaró que hay “interés chino en el Fondo de Bosques Tropicales para Siempre”, propuesto por Brasil para financiar la conservación de estos biomas. Se trata de un fondo destinado a restaurar pastos degradados en el país latinoamericano. Según el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, en una entrevista con periodistas tras la reunión de Lula con Xi Jinping, se firmó un acuerdo que prevé inversiones chinas y brasileñas en la rehabilitación de áreas agrícolas degradadas en varias regiones de Brasil, incluida la región semiárida del nordeste. Sin embargo, no se dieron más detalles.
El año pasado, durante su visita a Xi en Beijing, la idea de Lula era confiar a China el proyecto de recuperar zonas degradadas de la Amazonia, o pastos abandonados o escasamente productivos, unos 40 millones de hectáreas, para transformarlos en zonas de cultivo de alimentos como azúcar y soja. Brasil había pedido a los chinos un préstamo de 100.000 millones de dólares para llevar a cabo esta transformación. A cambio, los agricultores brasileños tendrían que pagar su deuda directamente al gobierno de Xi Jinping en productos básicos como soja, maíz y trigo, todos ellos necesarios para la supervivencia de China, especialmente en el escenario nada improbable de un conflicto con Taiwán y un posible embargo internacional.
La visita de Xi también confirmó cómo, a través de la promesa de inversiones, Beijing también utiliza Brasil para su estrategia geopolítica contra Taiwán. En la declaración conjunta Brasil-China, en el noveno punto, el gobierno del gigante latinoamericano se niega a reconocer a Taiwán. “La parte brasileña reitera que se adhiere firmemente al principio ‘Una sola China’, reconoce que sólo hay una China en el mundo y que Taiwán es una parte inseparable del territorio chino, mientras que el gobierno de la República Popular China es el único gobierno legal que representa a toda China. La parte brasileña apoya los esfuerzos de China para lograr una reunificación nacional pacífica. La parte china ha expresado un gran aprecio en este sentido”, reza el texto.
Sólo los próximos meses revelarán en qué medida se materializarán los acuerdos alcanzados entre Brasilia y Beijing. Lula invitó al líder chino a volver a Brasil el año que viene, para la cumbre de los BRICS en julio y la COP-30 en noviembre. A su vez, prometió volver a visitar China en una de las reuniones del Foro China-CELAC.
Fuente: Infobae.com