Para mantener a Rusia fuera y a Estados Unidos dentro, la OTAN debe gastar más

El primer jefe de la OTAN, Hastings “Pug” Ismay, supuestamente declaró que el propósito de la alianza era “mantener a la Unión Soviética fuera, a los estadounidenses dentro y a los alemanes bajo control”. Hoy en día, nadie quiere mantener a los alemanes bajo control. Pero mientras los 32 miembros de la OTAN se reúnen en La Haya el 24 de junio, la mayoría coincide en que la tarea, aún esencial, de mantener a los rusos fuera requiere mantener a los estadounidenses dentro. Y eso ya no es tan sencillo.

En cierto momento, la cumbre estuvo en peligro de ser cancelada. En febrero, el presidente Donald Trump, junto con su vicepresidente, J.D. Vance, y su secretario de Defensa, Pete Hegseth, lanzaron una serie de ataques verbales contra los aliados europeos de Estados Unidos, que culminaron en la humillación del presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, a quien Trump expulsó de la Casa Blanca. Vladimir Putin, sin duda, estaba encantado. La OTAN se veía repentinamente más vulnerable que nunca en sus 76 años de historia.

Las relaciones se han recompuesto desde entonces. Estados Unidos ha continuado discretamente el intercambio de inteligencia y los modestos envíos de armas a Ucrania. Los ataques retóricos contra los aliados han cesado. Trump, tras renunciar a su promesa de campaña de poner fin a la guerra en Ucrania en un solo día, ya no presiona a Zelensky para que acepte términos que equivaldrían a una rendición. Es probable que Trump retire en algún momento a algunos de los 80.000 soldados estadounidenses estacionados en Europa; sin embargo, ha guardado silencio al respecto.

El presidente tiene razón al afirmar que no tiene sentido que 340 millones de estadounidenses carguen con la principal responsabilidad de defender a 600 millones de europeos. La economía europea es casi tan grande como la estadounidense. La nación que la amenaza tiene solo 140 millones de habitantes y un PIB inferior al de Italia. Rusia es el problema de Europa, y la forma más segura de garantizar que Estados Unidos siga ayudando con lo que solo él puede proporcionar, como aviones de carga pesada y recopilación de inteligencia, es que Europa demuestre que está pagando la parte que le corresponde por su propia defensa. En la cumbre, los gobiernos europeos darán un paso en esta dirección. Mark Rutte, actual presidente de la OTAN, parece haber conseguido el acuerdo de sus miembros para elevar su objetivo de gasto en defensa del 2% del PIB a un impresionante 3,5%, incluso más de lo que gasta Estados Unidos. Además, se acordará destinar un 1,5% adicional del PIB a categorías relacionadas con la defensa, como infraestructuras (puentes y carreteras reforzadas para el transporte de equipo pesado, etc.); mayor ciberseguridad; y apoyo a las industrias de defensa. Una cifra destacada del 5% será motivo de orgullo para Trump, lo cual es importante.

Los compromisos son una cosa; cumplirlos es otra. El objetivo del 2% se acordó en 2014, pero fue necesaria la presión de Trump durante su primer mandato —y la conmoción de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Putin— para que los europeos lo tomaran en serio. Incluso ahora, Francia y Alemania apenas gastan el 2%; Italia y España gastan mucho menos.

La tarea del Sr. Rutte es fijar una fecha definitiva para el nuevo objetivo de gasto del 3,5% del PIB. Los primeros rumores sugieren que podría estar tan lejos como 2035. Dado que Rusia ya se está preparando para el próximo conflicto después de Ucrania, esto es precipitado; 2030 sería más prudente. Sería aún mejor una serie de objetivos provisionales, como la reducción de las emisiones de carbono. Nada de esto será fácil. Países entusiastas como Francia y Gran Bretaña se enfrentan a enormes limitaciones presupuestarias; Alemania, que puede permitirse actuar, tiene un historial de reticencia al rearme. Italia se muestra reacia y está en la ruina.

En cualquier caso, las cifras brutas son solo una parte del rompecabezas. El dinero debe gastarse con prudencia, evitando duplicaciones y destinando una buena parte a equipos innovadores y entrenamiento para dar a la alianza una ventaja sobre los masivos ejércitos rusos (y una extraordinaria tolerancia a las bajas). Pero no se puede hacer nada sin dinero. Para superar una versión actualizada de la prueba de Pug Ismay, la OTAN necesita mejorar su juego, a partir de la próxima semana.

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