
Millones de personas padecen enfermedades graves y mueren de forma prematura por causa de compuestos poco conocidos que, además, aceleran el calentamiento del planeta.
Así lo indica un informe de la fundación Wellcome Trust, una fundación benéfica independiente dedicada a la investigación biomédica con sede en Londres, Reino Unido, que atribuye el 45% del calentamiento global actual a un grupo de contaminantes tan potentes como subestimados: los supercontaminantes.
Más allá de su impacto climático, estos compuestos están asociados a millones de muertes cada año y amenazan la seguridad alimentaria a escala mundial.
Según el informe, la reducción de emisiones de supercontaminantes podría generar beneficios inmediatos tanto para la salud pública como para el medioambiente. Las soluciones, afirma la organización, ya están disponibles y pueden ser aplicadas por gobiernos, empresas y ciudadanos.
A diferencia del dióxido de carbono (CO₂), que fue el foco de las políticas climáticas durante décadas, los supercontaminantes tienen una mayor capacidad de atrapar calor, aunque permanecen menos tiempo en la atmósfera. El informe los define como contaminantes climáticos de alta potencia, responsables de casi la mitad del calentamiento global observado hasta hoy.
Entre los principales supercontaminantes se encuentran:
- Metano: es el segundo gas de efecto invernadero más importante después del CO₂. Durante sus primeros veinte años en la atmósfera, su capacidad de calentamiento es 86 veces superior a la del CO₂. Proviene de la agricultura, la extracción de combustibles fósiles y la gestión de residuos, y permanece en la atmósfera unos doce años.
- Carbono negro (hollín): componente de las partículas finas PM2.5. Permanece solo doce días en la atmósfera y proviene de motores de combustión, estufas de leña y fuegos forestales. Puede calentar el planeta hasta 1.500 veces más que el CO₂ por tonelada emitida, además de afectar gravemente la calidad del aire.
- Ozono troposférico: no se emite directamente, sino que se forma mediante reacciones químicas entre metano, compuestos orgánicos volátiles y óxidos de nitrógeno. Su vida atmosférica va de días a semanas, pero tiene un fuerte impacto climático y sanitario.
- Hidrofluorocarbonos (HFCs): gases sintéticos utilizados en refrigeración y aire acondicionado.
- Óxido nitroso: se libera principalmente por el uso de fertilizantes sintéticos y procesos industriales.
La principal diferencia con el CO₂ es su vida atmosférica corta, lo que implica que su reducción puede traducirse en mejoras rápidas en la calidad del aire y en el freno al calentamiento global.
Los efectos de los supercontaminantes no se limitan al aumento de la temperatura. El estudio advierte que la contaminación del aire causada por estos compuestos es responsable de millones de muertes prematuras al año. En particular, el carbono negro y el ozono troposférico deterioran la calidad del aire y elevan la incidencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
Además, los supercontaminantes amenazan la seguridad alimentaria. Las emisiones de metano, al fomentar la formación de ozono troposférico, se asocian con la pérdida de hasta el 12% del rendimiento anual de cultivos básicos, lo que agrava la desnutrición. Esta situación está vinculada, según la organización, a casi la mitad de las muertes en niños menores de cinco años.
El ozono troposférico también daña la vegetación al penetrar en las hojas y afectar los tejidos, lo que perjudica cultivos, pastizales y bosques. En paralelo, el carbono negro reduce la radiación solar que llega al suelo, altera los patrones de lluvia y acelera el deshielo al depositarse sobre nieve y hielo, generando inestabilidad climática y pérdida de cosechas.
Disminuir estos compuestos es una de las estrategias más eficaces y rápidas para frenar el calentamiento global y mejorar la salud. De acuerdo con Wellcome Trust, reducir las emisiones de supercontaminantes puede:
- Ralentizar el aumento de temperatura a corto plazo.
- Mejorar la calidad del aire.
- Disminuir enfermedades asociadas a la contaminación.
Además, protege el suministro alimentario al evitar daños en los cultivos y conservar patrones climáticos estables. Esta mejora repercute también en la economía, al reducir los costos sanitarios y aumentar la productividad de una población más saludable.
A diferencia de las políticas centradas en el CO₂, cuyos efectos se manifiestan a largo plazo, los beneficios de reducir supercontaminantes pueden observarse en pocos años.
Las herramientas para combatir los supercontaminantes ya están disponibles. Los expertos recomiendan una combinación de políticas públicas, inversiones tecnológicas y cambios en los hábitos urbanos e industriales. Entre las medidas más destacadas figuran:
- Regulaciones para limitar emisiones en agricultura, transporte, industria y gestión de residuos.
- Fomento de energías renovables, vehículos eléctricos y bombas de calor.
- Mejoras locales en calidad del aire mediante energías limpias, peatonalización, uso de bicicletas, zonas de bajas emisiones y transporte público ecológico.
- Gestión eficiente de residuos.
La concienciación social es otro factor clave. Divulgar la conexión entre contaminación del aire y cambio climático puede fortalecer el apoyo ciudadano a las políticas necesarias.
Fuente: Infobae.com