
Ubicada en el distrito de Pomalca, en la región Lambayeque, la Huaca Ventarrón es hoy uno de los hallazgos arqueológicos menos explorados, pero con mayor potencial para replantear los orígenes de las culturas prehispánicas del Perú. Aunque fue descubierto hace más de una década, las excavaciones han avanzado apenas en un pequeño porcentaje, y lo encontrado hasta ahora ha encendido las alertas en el mundo científico.
Según el arqueólogo Ignacio Alva Meneses, descubridor del sitio, “solo el 5 % ha sido excavado y estudiado”. Sin embargo, esa mínima fracción ya muestra evidencias significativas de un desarrollo temprano en arquitectura ceremonial, iconografía religiosa y prácticas funerarias que datan desde el 2600 a.C., mucho antes de culturas como Chavín o Lambayeque.
La muestra temporal inaugurada en el Museo Tumbas Reales de Sipán, en Lambayeque, titulada “Los primeros constructores de templos y modeladores de paisajes en el norte peruano”, presenta por primera vez de forma integral los hallazgos de Huaca Ventarrón.
Los trabajos realizados en el templo han revelado murales de más de 4.000 años de antigüedad, considerados los más antiguos de América. Estos muestran una transición en la forma de representar lo sagrado: imágenes de felinos y serpientes, elementos claves en la religión Cupisnique y en el origen simbólico de culturas posteriores.
Al respecto, Alva señaló que “la evidencia hasta ahora revela una evolución en la cerámica y la iconografía religiosa, incluyendo las primeras representaciones de deidades con rasgos felinos y serpientes”. Estas piezas fueron halladas en contextos rituales que corresponden al periodo de ocupación más antiguo del complejo, pero también durante su reutilización por culturas posteriores.
El investigador agregó que, tras el abandono del templo alrededor del 1.900 a.C., el lugar fue transformado en un cementerio por los Cupisnique, donde se halló una serie de tumbas con cerámica decorada con cabezas trofeo, animales mitológicos y otros elementos asociados al mundo funerario y religioso. “Se han encontrado las primeras formas de cerámica sin asa de estribo, fechadas en 1.700 a.C., con iconografía que representa cabezas decapitadas y animales mitológicos”, precisó.
El potencial del sitio no se limita a sus estructuras actuales. Según Alva, “se estima que en la falda del Cerro Ventarrón y en las áreas cercanas podrían existir múltiples templos y estructuras aún enterrados bajo toneladas de sedimento”. Esto sugiere que el complejo podría alcanzar una magnitud similar —o incluso superior— a la de Caral, considerada la ciudad más antigua de América.
Además, investigaciones paralelas en el sitio Collud-Zarpán han permitido completar dos capítulos de una historia arqueológica que abarcaría al menos cuatro grandes etapas, extendiéndose desde los inicios en 2600 a.C. hasta las culturas Lambayeque, posteriores a Chavín.
El sitio sigue siendo una promesa abierta para la arqueología nacional. Con apenas una mínima parte revelada, Ventarrón podría esconder claves esenciales para entender los orígenes múltiples y descentralizados de la civilización andina.
El Museo Tumbas Reales de Sipán inauguró la muestra “Los primeros constructores de templos y modeladores de paisajes en el norte peruano”, que reúne 60 piezas arqueológicas rescatadas del devastador incendio ocurrido en Ventarrón en 2017.
Entre los objetos expuestos destacan vasijas ceremoniales, conchas de nácar, osamentas de animales, cuentas de collar y objetos tallados en hueso, todos procedentes de contextos rituales y funerarios asociados a los primeros complejos monumentales del norte del Perú.
El fuego afectó gravemente el mural principal del templo —considerado el más antiguo de América—, así como diversas estructuras y bienes patrimoniales, obligando a detener las investigaciones y a iniciar un complejo proceso de conservación.
La exposición, que podrá visitarse por tres meses en la Sala de Exposiciones Temporales 1 del museo, marca un hito en la recuperación de la memoria arqueológica del país. La muestra está organizada en cuatro zonas temáticas que reflejan las distintas geografías del norte peruano: litoral, valles, transición y montaña.
Fuente: Infobae