Un club de autos muestra el pequeño (y poco conocido) costado de una Venezuela que parece sortear la crisis

Venezuela es un país con varias caras y realidades. Su cotidianidad, severamente afectada por la crisis económica, política y social, también tiene sus excepciones. Como en toda sociedad, están quienes logran sortear el impacto negativo de la coyuntura actual e incluso llevan a cabo actividades que para la gran mayoría resultan excéntricas, elistescas y de ostentación.

Así son vistos, por ejemplo, los apasionados del mundo de los motores. En Venezuela, la circulación de vehículos llamativos o de lujo ha sido centro de polémicas, sobre todo porque choca con la realidad de la mayoría de la población, afectada por una hiperinflación que no ha logrado ser controlada y que se agrava a diario por las sanciones aplicadas por EE.UU. y la Unión Europea.

En ese contexto, existen asociaciones de vehículos que cada cierto tiempo toman calles y avenidas para rodar sus carros, que incluyen tanto antigüedades como los modelos más actuales. Entre esos grupos se encuentra el club Mustang Venezuela, una asociación civil creada en 1997 y que ha logrado permanecer activa por más de dos décadas.

El Club Mustang Venezuela

Los miembros del Club Mustang Venezuela se dedican a «la restauración, conservación y disfrute del Mustang«, explica su presidente, William Molina, un fanático de estos vehículos que tiene más de 21 años dentro de la organización. Se reúnen en lugares abiertos, gestionan exposiciones en estacionamientos y concesionarios e incluso realizan carreras demostrativas en pistas privadas.

Aunque el Club Mustang lleva el nombre de Venezuela, su operatividad se limita a la capital. Fue creado por tres miembros de la Asociación Venezolana de Autos Antiguos y Clásicos (AVAAC) y tienen una regla fundamental: la presencia de los adherentes en todas sus actividades y eventos. Por eso, para pertenecer a este grupo, lo principal es poseer un vehículo de esa marca y asistir a las actividades -principalmente- en Caracas.

Molina asegura que la regla no se debe a «nada elitesco», aunque menciona que actualmente el club tiene 40 miembros probados, mientras otros cinco están en proceso de evaluación como «prospectos».

«Somos un club presencial y eso lo subrayamos. Un club presencial donde interactuamos entre los miembros, compartimos como amigos, como familia, no somos un club virtual por internet que tiene 400 o más miembros, de los que ni siquiera se sabe si tienen carro o no», dice Molina, quien recuerda que en su mejor época, el grupo llegó a tener más de cien miembros y fue referencia para otras asociaciones que se formaron en distintas regiones del país.

En 2001, lograron ser reconocidos por Mustang Club de América, con sede en EE.UU., como el capítulo Venezuela de esa agrupación. «Eso es un aval que no tienen todos los países. Eso sí es elitesco. Luego se sumaron México, Colombia y Argentina», comenta Molina, quien comenzó su aventura particular en 1999 como un apasionado del Mustang, un auto que asegura que puede ser reparado, conservado y restaurado sin tener que invertir grandes cantidades de dinero.

En Venezuela se pueden conseguir en venta distintos modelos de Mustang usados y sus precios pueden variar, dependiendo de las características de cada vehículo, entre los 2.800 a los 30.000 dólares. Mientras que un auto nuevo está por encima de los 60.000 dólares.

Los precios, que pueden parecer normales, resultan escandalosos en el país suramericano si se contrastan con el salario mínimo formal, promediado en un máximo de 2 dólares mensuales. A ello se suman las dificultades que existen en la nación para acceder a la importación de repuestos, aditivos químicos, aceites, cauchos y autopartes, debido a las sanciones de EE.UU.

Permanencia

Molina sostiene que el club ha logrado permanecer activo durante 23 años, de forma ininterrumpida, a pesar de «altas y bajas» que han enfrentado.

«Somos amigos, nuestros hijos ya son miembros como generación de relevo, nos conocemos hace más de 20 años. El club se ha mantenido por el entusiasmo y la calidad de personas que logramos reunir, por eso siempre hacemos esa evaluación de ingreso, para ver si la persona se adapta».

Aunque la situación país también golpea. «Antes era más fácil restaurar un carro, ahorita es complicado por cosas como el acceso a la moneda extranjera», comenta Molina, quien no obstante destaca que la cooperación entre los miembros del club también ayuda a su subsistencia.

«Nos ayudamos unos con otros. Unos tienen talleres de pintura, de performance, otros de restauraciones, entonces estamos siempre comunicándonos, ayudándonos, pasándonos trabajo, cada uno se apoya. A pesar que es difícil por el tema del dinero, básicamente es la amistad y el disfrute lo que nos da la posibilidad de seguir».

Los más vistosos

Molina recuerda que en Venezuela, entre 1967 y 1985, se produjeron grandes cantidades de modelos Ford Mustang que aún circulan en las calles.

En 2004, los miembros del club lograron exhibir más de 140 vehículos en el Museo de Transporte de Caracas. En esa ocasión sí incluyeron a Mustang de otras ciudades como Barquisimeto, Maracaibo, Valencia y Maracay.

Cuenta que los vehículos que llaman más la atención siempre son los de última generación, como el Shelby GT500 2020 o los clásicos, como el protagonista de la película «60 segundos».

«Tenemos dos Eleanor, vehículos que se construyeron y se desarrollaron aquí con piezas importadas. Fueron más de dos años para lograr la restauración de esos carros y son los más vistosos».

En el catálogo de vehículos del club están los Mustang Fastback 70, los clásicos del 68, los Coupe, el GT500 de 1967, un GT500 King Of The Road (KR) y hasta un convertible 64 y medio, que alude al primer modelo de Mustang vendido el 17 de abril de 1964. «Por eso se le dice 64 y medio, y lo tenemos aquí».

Orlando Rangel Y.

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